domingo, 28 de octubre de 2007

Las meditaciones de Casciari

Un amable trabajador del grupo Prisa, caballero a la vieja usanza insumiso con el giro casciaresco de su editorial, nos envía una carta cuyo contenido, por su interés, no queremos dejar de compartir con nuestros lectores.

Paladines valerosos de la sindéresis:

Desde el primer día en que puso el pie en la redacción, ha serpenteado por los pasillos el rumor de que Hernán Casciari, más conocido por los alias de «Onán», «Malaprosa» o «Hernán Simpatria», ignorante de los misterios del idioma, ignoraba también, porque la televisión no se las había enseñado, las técnicas de la lectura y la escritura. Harto de ver achacadas sus perennes violaciones de la ortografía y la sintaxis al empleo, con mala de dicción, de sintetizadores de voz, nuestro menos apreciado compadrito ha decidido demostrar, mediante la publicación de un libro de memorias, que él lee «mucho, frecuentemente y a menudo», según sus palabras. El libro, que seguirá el modelo del clásico Meditaciones, de Marco Aurelio, se titulará Meditaciones en la taza de un wáter público: un refinamiento apátrida, y tendrá como objeto demostrar, dice Casciari: «que la estructura de mis escritos, y también la de mis artículos y mis novelas, está estructurada en contenidos propios y ajenos, y es jerárquica. Eso está originado por la causa que mis vastas lecturas molestan a algunos demis lectores, que no son tan listos como yo, ni conectan en ese plano con el hombre futbolero».

Sin aburriros más, os adjunto una copia del primer capítulo:


Capítulo I

De mis sendas abuelas, el hablar con frases hechas y el desconfiar de quienes hablan sin ellas.

De mi abuelo, que la mentira deshonra a quien la cree y ennoblece a quien la usa.

De mi tío Pampero, que la mentira puede ser verdad mientras haya alguien que la crea.

De mi padre, la identificación de lo viril con lo grosero.

De mi madre, que las mujeres no valoran en un hombre la cultura, sino la apariencia de cultura, y que citar de oídas puede ser tan elegante como hacerlo con rigor, mientras suene bien.

De mi padrino, que no se es argentino sin hablar de Borges.

De Borges, nada.

De La Hora Chanante, el humor necio y grueso.

De Sé lo que hicisteis la última semana, lo mismo.

De El Increíble Hulk, que el temor a lo que se desea se llama angustia... y nos pone verdes.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El incivil Onán menosprecia a la familia Picapiedra en un simulacro de artículo (Parte 1)

La tatarabuela de Marge Simpson
se ataba el moño con un hueso


Antes que la familia amarilla lo hiciera, con los Picapiedra
aprendimos que a los padres yankees les gusta jugar a los
bolos y beber jugo de cacto o cerveza


Entre principios de los 60 y finales de esa misma década, el tándem creativo Hanna-Barbera dio a luz a muchos de los personajes de animación que harían más amenas las mañanas de los fines de semana de los que nacimos entre los principios de las décadas de los 60, los 70, los 80, y sus respectivos finales.

Hanna era la mitad trabajadora del tándem, el amigo bruto pero que se mataba a trabajar y así conseguía salir adelante, como los españoles en Argentina, y Barbera la mitad creativa. Barbera, a todo esto, es un apellido muy frecuente en Argentina, razón por la que no es inverosímil, aunque pudiera ser verdad, que fuera argentino, seguramente, pero quiero creer que con toda probabilidad, de Buenos Aires.

Este tándem se cansó de estructurar y editar programas con contenidos ajenos, en una productora, y decidió hacerlo por su cuenta con contenidos propios. Y lo consiguió con éxito.

Los Picapiedra es una de esas series que se mueve como pez en el agua en la, a menudo, tan unida frontera entre el costumbrismo de familia americana y la ciencia-ficción extraterrestre.

Pedro, el cabeza de familia, camina descalzo por la calle y lleva una túnica, algo que debe facilitarle el gesto que más repetimos los hombres a lo largo del día, que es el de rascarnos la entrepierna mientras vemos el fútbol, y que es lo que más nos gusta hacer después de cepillarnos los dientes con la escobilla del wáter y eructar delante de nuestra suegra.

lunes, 22 de octubre de 2007

El epitafio de Hernán Casciari

Hace dos semanas, el equipo explorador de Cartas a Casciari se trasladó a un remoto y despoblado rincón del Polo Sur, antiguamente disputado por Argentina y Chile, ahora reclamado por nadie, después de haber recibido un telegrama procedente de la Patagonia con el que un grupo de simpatizantes locales de la web nos avisaban de la existencia de una misteriosa sepultura presidida por una lápida con la siguiente inscripción:

Menos pútridos, menos corruptos que sus tábidas mentiras, bajo esta tierra infértil los despojos de Hernán Simpatria descansan su impostura. Nunca escritor, nunca periodista, nunca español, nunca humorista, nunca argentino, mintió a todos, engañó a pocos, aduló, sufrió escarnio, ascendió, descendió y escupió sobre las profesiones anheladas por su envidia hasta desembarcar, repudiado por todas las naciones, en un estuche sin brillo, en este, el cementerio de los parias.