Un amable trabajador del grupo Prisa, caballero a la vieja usanza insumiso con el giro casciaresco de su editorial, nos envía una carta cuyo contenido, por su interés, no queremos dejar de compartir con nuestros lectores.
Paladines valerosos de la sindéresis:
Desde el primer día en que puso el pie en la redacción, ha serpenteado por los pasillos el rumor de que Hernán Casciari, más conocido por los alias de «Onán», «Malaprosa» o «Hernán Simpatria», ignorante de los misterios del idioma, ignoraba también, porque la televisión no se las había enseñado, las técnicas de la lectura y la escritura. Harto de ver achacadas sus perennes violaciones de la ortografía y la sintaxis al empleo, con mala de dicción, de sintetizadores de voz, nuestro menos apreciado compadrito ha decidido demostrar, mediante la publicación de un libro de memorias, que él lee «mucho, frecuentemente y a menudo», según sus palabras. El libro, que seguirá el modelo del clásico Meditaciones, de Marco Aurelio, se titulará Meditaciones en la taza de un wáter público: un refinamiento apátrida, y tendrá como objeto demostrar, dice Casciari: «que la estructura de mis escritos, y también la de mis artículos y mis novelas, está estructurada en contenidos propios y ajenos, y es jerárquica. Eso está originado por la causa que mis vastas lecturas molestan a algunos demis lectores, que no son tan listos como yo, ni conectan en ese plano con el hombre futbolero».
Sin aburriros más, os adjunto una copia del primer capítulo:
Capítulo I
De mis sendas abuelas, el hablar con frases hechas y el desconfiar de quienes hablan sin ellas.
De mi abuelo, que la mentira deshonra a quien la cree y ennoblece a quien la usa.
De mi tío Pampero, que la mentira puede ser verdad mientras haya alguien que la crea.
De mi padre, la identificación de lo viril con lo grosero.
De mi madre, que las mujeres no valoran en un hombre la cultura, sino la apariencia de cultura, y que citar de oídas puede ser tan elegante como hacerlo con rigor, mientras suene bien.
De mi padrino, que no se es argentino sin hablar de Borges.
De Borges, nada.
De La Hora Chanante, el humor necio y grueso.
De Sé lo que hicisteis la última semana, lo mismo.
De El Increíble Hulk, que el temor a lo que se desea se llama angustia... y nos pone verdes.
