domingo, 13 de enero de 2008

La Fiera Literaria denuncia al nuevo chicoprisa

El siguiente artículo ha aparecido en el número de enero de la prestigiosa revista cultural La Fiera Literaria. Desde que el pasado día 9 fue remitida a los suscriptores, no se ha conocido actividad escrita o radiofónica de Onán, quien ha permanecido oculto negándose a contestar cualquier pregunta. El acontecimiento posee una relevancia tan extraordinaria que en Cartas a Casciari lo abordaremos exhaustivamente durante las próximas semanas. Mientras tanto, reproduciremos el texto en nuestra página para que aquellos de nuestros lectores que no se encuentren suscritos a la legendaria publicación puedan disfrutar del golpe más lacerante infligido al argentino durante los cuatro meses que pronto se cumplirán desde que entramos, del lado del idioma castellano, en la guerra de Orsai contra las letras:



Hay un nuevo nombre en Prisa

Ahora que Javier Marías ha entrado en la Real Academia, que los presentadores de televisión Boris Izaguirre y Jaime Baily resultan finalistas en el premio Planeta y que los años de denodada fidelidad de Vicente Molina Foix a la causa de la monarquía borbónica se han visto recompensados con la concesión del Premio Nacional de Literatura, parte de la masa de lectores a la que naturalmente iría destinada la producción de unos autores tan frívolos, tan irrelevantes desde un punto de vista literario, tan toscos y tan procaces, puede haberse sentido confundida y defraudada por la celebración académica de unos libros que ellos no creían «para pensar», sino para entretenerse. No todos los lectores de Prisa buscan comprar lo que ellos piensan que es cultura; algunos rehúyen todo lo que pueda recibir este nombre. A contentar a estos consumidores, para quienes el ingreso de un Pérez Reverte en la RAE puede disuadirles de su lectura, parece estar destinado el último fichaje de Prisa: el arribista y polipatético Hernán Casciari, alias Onán.

Nacido en la localidad bonaerense de Mercedes, cuna del no tan ilustre como célebre Jorge Rafael Videla, bajo cuyo régimen se inició, presumimos, en sus primeras lecturas, y de quien aprendió los mecanismos de censura vigentes en los sitios web que El País pone a su disposición, comienza a escribir en periódicos cuando un amigo de su padre lo emplea para cubrir partidos de baloncesto. Sobre lo ocurrido entre aquel momento y su llegada a España ignoramos todo excepto aquello que él mismo ha incluído en las reseñas autobiografistas con que ha inundado Internet: que obtuvo el primer premio de novela de la Bienal de Buenos Aires (certamen desconocido para nosotros, pero que obviamente debió de incluir entre el jurado a algún amigo de su padre) por una presunta novela de título irrisorio e inequívocamente casciaresco, Subir de espaldas a la vida, y algún otro premio en París, cosa extraña, porque su ignorancia del francés se encuentra casi tan acreditada como la del idioma castellano; y que dirigió algunos periódicos, dato este último que la prudencia aconseja desestimar. Algunos mercedinos, conocidos suyos de Argentina, cuentan que no terminó el bachillerato y que en realidad trabajó engrasando las vías del metro en los 90. No es importante.

En 2001, como muchos argentinos afectados por la crisis, aterriza en España. Él estaba «siguiendo a un amor», aseguró después.

En 2003, descubre en el anuncio de la boda real la oportunidad de realizar «su particular sueño europeo», como ha confesado en algunas entrevistas, algo que debe consistir en una variante mugrienta y travestida del ya de por sí penoso sueño americano, con la salvedad de que no se consumó en Europa, sino en España. Con innegable olfato comercial, sabe obtener provecho de la irremediable querencia española por la bobada, de la forma explicada por él:
«Yo lo que quería, en realidad, eran lectores para Los Bertotti. Nuevos lectores, no la siempre misma gente que navega por la Red. ¡Quería señoras y gente menuda! Fue entonces cuando Felipe dijo que se había enamorado y dio el nombre de la agraciada. Las señoras comenzaron a buscar ese nombre en Google, y yo ya tenía preparada la trampa. Ellas accedían al falso diario de Letizia, y la falsa Letiza las enviaba a leer a Mujer Gorda. Muchos lectores de los Bertotti llegaron de este modo».

Salvo que convirtió a Casciari en una persona más o menos conocida, del Diario de Letizia Ortiz hay poco para destacar. Está escrito con una vulgaridad tediosa y con el mismo tono adulador empleado por tantos periodistas monarcodependientes en España. No obstante, sólo por haber ultrajado a Borges del modo en que lo hizo el infausto 13 de abril de 2004, a Casciari deberían haberle prohibido la escritura por orden judicial. Compárese la verdadera frase de Borges, en el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Inquisiciones, con esta mojigatería: «Recuerdo la frase de Borges: "Desconfío de los espejos y de la cópula, porque tienden a multiplicarnos"».

En los meses siguientes, la fama de Onán se incrementa a raíz de la aparición de nuevos blogs de marcado tono costumbrista y grosero, uno de los cuales, La familia Bertotti, relato de la vida cotidiana de una familia como debió de ser la suya, fue considerado el mejor blog del mundo por una revista alemana (peor), y publicado en forma de libro con el título Más respeto, que soy tu madre, altamente expresivo de la calidad mental de su autor, que le sirvió para proclamarse creador de un nuevo género literario (!), la blogonovela, y pionero de la literatura no lineal. ¡Él, argentino nacido una década después de Rayuela!

En 2005, El País se fija en él, imaginamos que por su falta de escrúpulos, y le encomienda la misión de escribir durante seis meses un falso diario fingiéndose residente de un sanatorio psiquiátrico. Esta operación de sensacionalismo grotesco fue desvelada por el periódico devenido en tablón en una nota lacónica el 6 de junio de 2007 . El estilo irrespetuoso practicado por el impostor con las personas afectadas por trastornos psiquiátricos, nos hace lamentar aquello que decía Constant sobre los malos gobernantes, pero aplicado a los malos escritores y a sus jefes: serán a menudo denunciados, acusados a veces, raramente condenados y, después, nunca castigados.

De todas formas, y sin que esto sirva para exculpar al diario del académico Cebrián, creemos muy posible que Onán estuviera realmente encerrado en una residencia para enfermos mentales y que El País, a la vista de su éxito, prefiriera desmentirlo para incorporarlo definitivamente a su equipo, pues sólo un deficiente podría afirmar, como lo hizo Casciari en una entrevista (¡de la sección de cultura!) del periódico argentino Página 12, que «la literatura ahora se está haciendo en televisión».

De que en El País lo consideran una figura en ascenso es prueba concluyente que le hayan otorgado un micrófono de colaborador fijo en el programa de radio La Ventana, de la Cadena SER, con el mismo rango que ostentan Almudena Grandes, Juan Cruz, Juan José Millás o Boris Izaguirre. También, que posea un espacio de crítica televisiva en la edición digital del otrora independiente de la mañana, del que en ocasiones –siempre enarbolando su condición de escritor– se sirve para fustigar la teoría literaria o a los grandes autores, verbigracia esta explicación de los géneros narrativos:
«Durante muchos años "la película" (una obra corta de hora y media de duración) ha sido, a la pantalla, lo que el cuento es a la literatura. El cuento —al igual que el film— tiene que ser una narración breve, en donde más te vale contar las cosas con velocidad y sin irte mucho por las ramas. Eso es el cuento: una película. En cambio, la obra literaria llamada "novela" tiene un recorrido más disperso, hay más personajes, mayor cantidad de tramas y, sobre todo, una duración en el tiempo más larga y sinuosa. La comparación cae de madura: una "novela" es, sin dudas, una "serie" de las que se emiten en la actualidad (no las series de los setenta, por ejemplo, que son más bien libros juveniles). Dentro de esta estructura metafórica hay ramificaciones: el "cortometraje" casi siempre es una poesía (sobre todo si el cortometraje es malo y abstracto); el cine francés es un libro de poemas de un escritor con sífilis; un spot publicitario es un grafitti en la pared del baño, o una frase en el reverso de un sobre de azúcar; una trilogía (como los tres colores de Kieslowski) es un libro de cuentos; etcétera».

o su pretensión de que cualquier capítulo de la serie de televisión americana CSI está «mejor estructurado» (sabe Dios qué querría decir con eso) que el mejor de los policíacos de Edgar A. Poe. Sobra añadir que el estilo con que los programas emitidos por los canales del grupo Prisa son presentados recuerda, con peor fortuna, a la pompa reservada por los Conte, los Ángel Rupérez o los García Posada para los estrenos de temporada de Alfaguara. Con este historial presente, antes de que Babelia dedique un número a analizar «la blogonovela: nuevo género literario», de que una parodia de escritor como Casciari, tan falto de conciencia como para intitular un relato «Instrucciones para la masturbación del hijo», y tan zote como dejar por escrito (España, perdiste; ed. Mondadori) cosas como las que siguen:
«Cuando vivía en países serios con bidet, yo leía mucho en el baño mientras cagaba. En esos tiempos nunca supe si leía porque me venían ganas de cagar o si cagaba porque me entraban irreprimibles deseos de leer. Había dos problemas capitales: 1) que se te durmieran las piernas (es un momento dolorosísimo en el que hay que permanecer inmóvil, de pie frente al espejo, durante largos minutos de angustia); y 2) que se te resecara la mierda en el culo por culpa del tiempo transcurrido entre la cagada inicial y el final del libro».

reciba un Alfagura, un Planeta o un Príncipe de Asturias por el invento, desde Cartas a Casciari, animamos a nuestros amigos de La Fiera Literaria a interesarse por los pasos de un truhán de las letras que por su deshonestidad, su orgullo por vivir de la estafa y los engaños literarios, su afán por destruir la literatura en nombre de la literatura, podría llegar a convertirse en representante máximo de una catástrofe cultural que quizá no haya tenido a los Millás, los Muñoz Molina, los Javier Marías, las Almudena Grandes, Rosa Montero, etc, como ejecutores, sino como precursores.

domingo, 6 de enero de 2008

Ignorancia de Edgar Poe

Un día, Hernán Casciari escribió que en cualquier capítulo de la serie de televisión americana CSI era apreciable una estructura más perfecta que en los relatos policiales de Edgar Poe y, desde entonces, el espíritu del poeta que fue autor de La filosofía de la composición está presente en nuestros sueños exigiéndonos una venganza. Algunas veces le aconsejo olvidar la ofensa: alego que Casciari conoce de su obra genial sólo el resultado de una búsqueda en Internet sobre la novela policíaca; que menciona el nombre de Poe como menciona los de Borges o Alfred Hitchcock: como fórmulas aprendidas para el ascenso social; que vengarse de un infrahombre no es menos estéril que vengarse de una ballena, como nos recordó Melville, y como la fisionomía del mercedino nos recuerda también. El poeta, entonces, duda y me exige una prueba de que lo que digo es cierto, de que nunca uno de sus textos ha sido manchado con la mirada de Onán, con sus ojos de pornógrafo, de lector de bidé de baño de señoras. Creo haberla conseguido:

«En que la puntuación es importante todos están de acuerdo, pero ¡qué pocos comprenden el alcance de su importancia! El escritor que desatiende la puntuación o puntúa mal tiene probabilidad de ser mal entendido; esto, según la idea popular, es la suma de los males que se originan en el descuido o en la ignorancia. No parece que se sepa que, aun donde el sentido está perfectamente claro, una frase puede quedar desprovista de la mitad de su fuerza, de su espíritu, de su sentido, por una puntuación inadecuada. Por la falta de una simple coma sucede a menudo que un axioma parezca una paradoja, o que un sarcasmo se convierta en un sermón. [...] El guión da al lector la elección entre dos o entre tres o más expresiones, una de las cuales puede ser más convicente que otra, pero todas las cuales sirven de ayuda a la idea. Sustituye por lo general a estas palabras: o, para hacer más claro mi pensamiento... Esta fuerza tiene, y esta fuerza ningún otro signo de puntuación puede tenerla, ya que todos los demás signos de puntuación tienen usos bien entendidos totalmente diferentes de éste».

(Extraído del texto de Poe La puntuación, a partir de la traducción de María Condor en el libro Escritos sobre poesía y poética, Ed. Hiperión)


En el primer parágrafo del último artículo publicado por Onán Casciari en Espóiler, encontramos el siguiente empleo del guión:

«Me gustaría retomar ahora mismo la actividad de Espoiler —después de este breve impás de turrones, huelga y fin de año— con un regalo de Reyes para los lectores sibaritas, o para los telespectadores más exquisitos, que es lo mismo».


¿Merece este hombre sus desvelos, señor Poe?

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Aviso a trabajadores y lectores del blog

En aplicación del nuevo reglamento ministerial para la prevención de riesgos laborales relacionados con la manipulación de residuos tóxicos, la administración de Cartas a Casciari ha provisto a todos sus trabajadores expuestos a la prosa del nefando de: mascarillas protectoras, guantes, petos antirradiación, pinzas para la nariz y material desinfectante; para los expuestos a las particularmente corrosivas emanaciones del vertedero Orsai: buzo de cuerpo completo y máscara antigás. Advertimos a nuestros lectores de que la infeliz escritura de Onán, diseccionada y limpia de hediondeces como nosotros se la servimos, no entraña ningún riesgo para su salud, ni para la salud de los seres queridos que los acompañen.

martes, 20 de noviembre de 2007

La inevitable levedad de Onán

Durante la semana pasada, un comité formado por los herederos del sentencioso pero imaginativo Oscar Wilde se reunió en un castillo de las afueras de Dublín con el propósito de actualizar algunas de las más conocidas frases del escritor irlandés, a fin de que resulten más cercanas a los nuevos lectores. De ahora en adelante, tendremos que citarle así: «En este mundo no hay nada cierto salvo la muerte, los impuestos y la ponzoña en los artículos de Casciari». Tiene razón.

domingo, 28 de octubre de 2007

Las meditaciones de Casciari

Un amable trabajador del grupo Prisa, caballero a la vieja usanza insumiso con el giro casciaresco de su editorial, nos envía una carta cuyo contenido, por su interés, no queremos dejar de compartir con nuestros lectores.

Paladines valerosos de la sindéresis:

Desde el primer día en que puso el pie en la redacción, ha serpenteado por los pasillos el rumor de que Hernán Casciari, más conocido por los alias de «Onán», «Malaprosa» o «Hernán Simpatria», ignorante de los misterios del idioma, ignoraba también, porque la televisión no se las había enseñado, las técnicas de la lectura y la escritura. Harto de ver achacadas sus perennes violaciones de la ortografía y la sintaxis al empleo, con mala de dicción, de sintetizadores de voz, nuestro menos apreciado compadrito ha decidido demostrar, mediante la publicación de un libro de memorias, que él lee «mucho, frecuentemente y a menudo», según sus palabras. El libro, que seguirá el modelo del clásico Meditaciones, de Marco Aurelio, se titulará Meditaciones en la taza de un wáter público: un refinamiento apátrida, y tendrá como objeto demostrar, dice Casciari: «que la estructura de mis escritos, y también la de mis artículos y mis novelas, está estructurada en contenidos propios y ajenos, y es jerárquica. Eso está originado por la causa que mis vastas lecturas molestan a algunos demis lectores, que no son tan listos como yo, ni conectan en ese plano con el hombre futbolero».

Sin aburriros más, os adjunto una copia del primer capítulo:


Capítulo I

De mis sendas abuelas, el hablar con frases hechas y el desconfiar de quienes hablan sin ellas.

De mi abuelo, que la mentira deshonra a quien la cree y ennoblece a quien la usa.

De mi tío Pampero, que la mentira puede ser verdad mientras haya alguien que la crea.

De mi padre, la identificación de lo viril con lo grosero.

De mi madre, que las mujeres no valoran en un hombre la cultura, sino la apariencia de cultura, y que citar de oídas puede ser tan elegante como hacerlo con rigor, mientras suene bien.

De mi padrino, que no se es argentino sin hablar de Borges.

De Borges, nada.

De La Hora Chanante, el humor necio y grueso.

De Sé lo que hicisteis la última semana, lo mismo.

De El Increíble Hulk, que el temor a lo que se desea se llama angustia... y nos pone verdes.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El incivil Onán menosprecia a la familia Picapiedra en un simulacro de artículo (Parte 1)

La tatarabuela de Marge Simpson
se ataba el moño con un hueso


Antes que la familia amarilla lo hiciera, con los Picapiedra
aprendimos que a los padres yankees les gusta jugar a los
bolos y beber jugo de cacto o cerveza


Entre principios de los 60 y finales de esa misma década, el tándem creativo Hanna-Barbera dio a luz a muchos de los personajes de animación que harían más amenas las mañanas de los fines de semana de los que nacimos entre los principios de las décadas de los 60, los 70, los 80, y sus respectivos finales.

Hanna era la mitad trabajadora del tándem, el amigo bruto pero que se mataba a trabajar y así conseguía salir adelante, como los españoles en Argentina, y Barbera la mitad creativa. Barbera, a todo esto, es un apellido muy frecuente en Argentina, razón por la que no es inverosímil, aunque pudiera ser verdad, que fuera argentino, seguramente, pero quiero creer que con toda probabilidad, de Buenos Aires.

Este tándem se cansó de estructurar y editar programas con contenidos ajenos, en una productora, y decidió hacerlo por su cuenta con contenidos propios. Y lo consiguió con éxito.

Los Picapiedra es una de esas series que se mueve como pez en el agua en la, a menudo, tan unida frontera entre el costumbrismo de familia americana y la ciencia-ficción extraterrestre.

Pedro, el cabeza de familia, camina descalzo por la calle y lleva una túnica, algo que debe facilitarle el gesto que más repetimos los hombres a lo largo del día, que es el de rascarnos la entrepierna mientras vemos el fútbol, y que es lo que más nos gusta hacer después de cepillarnos los dientes con la escobilla del wáter y eructar delante de nuestra suegra.

lunes, 22 de octubre de 2007

El epitafio de Hernán Casciari

Hace dos semanas, el equipo explorador de Cartas a Casciari se trasladó a un remoto y despoblado rincón del Polo Sur, antiguamente disputado por Argentina y Chile, ahora reclamado por nadie, después de haber recibido un telegrama procedente de la Patagonia con el que un grupo de simpatizantes locales de la web nos avisaban de la existencia de una misteriosa sepultura presidida por una lápida con la siguiente inscripción:

Menos pútridos, menos corruptos que sus tábidas mentiras, bajo esta tierra infértil los despojos de Hernán Simpatria descansan su impostura. Nunca escritor, nunca periodista, nunca español, nunca humorista, nunca argentino, mintió a todos, engañó a pocos, aduló, sufrió escarnio, ascendió, descendió y escupió sobre las profesiones anheladas por su envidia hasta desembarcar, repudiado por todas las naciones, en un estuche sin brillo, en este, el cementerio de los parias.